Por Valentina Montoya Robledo y Rachel Randall.
Las trabajadoras domesticas son una de cada cinco mujeres que trabajan por un salario en América Latina. Suman cerca de 13 millones de personas en la region. En las últimas décadas y ligado a los procesos de urbanización, las trabajadoras domésticas han cambiado su modalidad, pasando de vivir en la casa de sus empleadores a sus propios hogares.
América Latina se convirtió en la región más urbanizada del mundo en el 2014. Para el 2020, por ejemplo, en Colombia, más del 83% de las trabajadoras domésticas vivían en sus propios hogares. Sus bajos ingresos y el hecho de que más del 80% siguen siendo trabajadoras informales las obliga a vivir en las periferias extremas de las ciudades. Tanto sus hogares como aquellos en los que trabajan carecen de transporte público de calidad, así como de infraestructura peatonal, haciendo que sus recorridos diarios sean extremadamente largos y costosos.
Este cambio ha llevado a largos recorridos en toda América Latina, con viajes de siete horas diarias en Bogotá, seis horas en Lima, cinco horas en São Paulo (Montoya Robledo, en prensa) y tres horas y media en ciudades colombianas pequeñas como Manizales. De acuerdo con la encuesta de movilidad de Bogotá del 2015, las trabajadoras domésticas tienen los recorridos más largos de todas las ocupaciones urbanas en la ciudad. En muchos países gastan un alto porcentaje de su salario en transporte: por ejemplo, 36% en Lima, y 28% en Medellín. Durante estos viajes extensos, las trabajadoras domésticas usualmente se enfrentan a discriminación racial, violencia basada en género, crimen común e inseguridad vial, entre otros.
Estas dificultades no solo ponen en riesgo a las trabajadoras domésticas, sino que limitan su acceso a las oportunidades de educación, descanso y participación política en la ciudad. Pese a todo esto, los gobiernos locales en América Latina frecuentemente ignoran la situación. El proyecto transmedia Invisible Commutes comenzó en el 2019 para sacar a la luz esta situación tan crítica. Inicialmente se pensó en un documental en el 2019, que luego se expandió a un proyecto transmedia en el 2020. En colaboración con el músico y gestor cultural Andrés González y el documentalista Daniel Gómez, el proyecto busca generar consciencia entre académicos, expertos en movilidad y el público en general sobre el acceso limitado de las trabajadoras domésticas al derecho a la ciudad en América Latina.
Invisible Commutes usa diferentes medios para mostrar los recorridos costosos, violentos y extensos de las trabajadoras domésticas para luchar por su derecho a la ciudad. El proyecto incluye cortos segmentos sonoros con testimonios de las trabajadoras domésticas sobre sus experiencias de viaje y sus perspectivas sobre grandes proyectos de infraestructura de movilidad. Cuenta con una sección de mapas de los recorridos dibujados por las trabajadoras domésticas. El proyecto también ha producido artículos de opinión y artículos académicos. Hoy, participa en el mundo académico, la sociedad civil y las discusiones de gobiernos locales. Fue reconocido en 2023 como una ‘Remarkable Feminist Voice in Transport’ por Tumi y Women Mobilize Women. Invisible Commutes es un esfuerzo amplio por responder a la injusticia en el transporte para millones de mujeres en el mundo.
El rodaje del documental Invisible comenzó en el 2019, centrándose en las experiencias de Reinalda Chaverra, una trabajadora del hogar radicada en Medellín. Después, en el 2022, la filmación siguió en Bogotá con la trabajadora doméstica Belén García. En el 2023, el proyecto Invisible Commutes ganó fondos del instituto de investigación Migration Mobilities Bristol (MMB) para completar el documental y organizar un taller con la Unión afrocolombiana de trabajadoras domésticas (UTRASD) en Medellín.
Los metas del taller, que se llevó a cabo el 27 de julio del 2023, fueron: (1) averiguar cómo las trabajadoras quieren ver sus viajes representados en la película; y (2) permitir que las voces de las trabajadoras pudieran moldear la forma y el contenido del documental. Estos objetivos fueron muy importantes para nosotros porque, pese al aumento reciente de películas latinoamericanas que toman a las trabajadoras del hogar como protagonistas, casi ninguna muestra los viajes largos y difíciles que tienen que llevar a cabo.
Ya se ha discutido que estas películas suelen ser rodadas por cineastas de clase media o alta cuyas perspectivas son más parecidas con las de los empleadores que con las de las trabajadoras del hogar. Suelen dramatizar las relaciones entre los empleadores y las trabajadoras del hogar dentro de la casa del patrón, como por ejemplo en Roma (2018) de Alfonso Cuarón o en Una segunda madre (2015) de Anna Muylaert. En realidad, el trabajo doméstico pagado por horas cada día es más popular que el trabajo doméstico puertas adentro, como este informe sobre el Brasil también demuestra. Cuando hablamos de la falta de representaciones visuales de los recorridos de las trabajadoras en el taller, una participante comentó que a los patrones no les conviene reconocer estos viajes largos, difíciles y costosos porque puede provocar una discusión sobre cómo estos recorridos deberían ser compensados.
Para comenzar nuestra conversación en el taller, miramos escenas de la película Roma, que se centra en la protagonista Cleo, una trabajadora del hogar. La película se desarrolla en la Ciudad de México en los años 70 y la historia de Cleo está inspirada en las experiencias reales de Liboria Rodríguez que fue empleada por la familia de Alfonso Cuarón cuando el director era niño. Roma ha sido criticada por reforzar una narrativa en que Cleo es celebrada como, y relegada a ser, miembro suplente de la familia que la emplea. Sin embargo, las participantes del taller se identificaron fuertemente con la rutina agotadora de Cleo en la que tiene que mantener una casa enorme y apoyar a los cuatro hijos de sus empleadores. Algunas participantes discutieron el impacto negativo que esta carga laboral tiene para poderse relajar o hacer ejercicio, mientras que otras hablaron de las implicaciones que tiene para sus relaciones con sus propios seres queridos, en particular sus hijos.
Sin embargo, varias observaciones que las participantes hicieron, y que contribuyeron al contenido de Invisible, fueron provocadas por las diferencias entre las experiencias que han tenido viajando en el transporte público en Colombia y los recorridos representados en una de las únicas películas latinoamericanas que examina este tema. Réimon (2014) de Rodrigo Moreno sigue los viajes largos de Ramona, una trabajadora del hogar pagada por horas que vive en las afueras de Buenos Aires y que tiene que desplazarse al centro de la ciudad para limpiar varios apartamentos lujosos. Igual que Roma, Réimon también se centra en los pormenores del trabajo y de la rutina de Ramona. Una participante elogió la gracia y la elegancia que caracterizan la representación de Ramona: siempre se ve muy bien vestida y sofisticada. Este aspecto de la película fue muy importante para las participantes. Ellas explicaron que la distancia que necesitan caminar a través de terrenos sin pavimentar para tomar el autobús significa que tienen que llegar al trabajo con la ropa sucia, ser el objeto de comentarios negativos de otros pasajeros, o llevar un trapo para limpiar el barro. La dignidad de Ramona resonaba con las participantes del taller que habían sufrido discriminación racial o que habían sido menospreciadas por causa de su trabajo.
Una participante observó que Ramona no muestra señales de tener miedo cuando está caminando sola por la ciudad en la oscuridad de la madrugada, mientras que esta participante teme ser agredida. Otras explicaron que las mujeres frecuentemente sufren acoso o violencia sexual mientras están viajando por transporte público. Comentaron también que en Réimon, Ramona consigue sentarse cuando sube al tren, pero los autobuses que las participantes toman están tan llenos en las horas pico que siempre tienen que estar de pie.
En respuesta a estos desafíos, Invisible concluye con las propuestas de las participantes para mejorar las experiencias de las trabajadoras del hogar cuando se están desplazando a las casas de los empleadores. Estos cambios incluyen: construir más baños públicos en estaciones alrededor de la ciudad; reservar vagones solo para mujeres; darles prioridad a las trabajadoras del hogar en las horas pico; y subvencionar el transporte público para estas trabajadoras o introducir formas de transporte solo para ellas. Las últimas tres propuestas requerirían que las trabajadoras se registraran formalmente, lo cual sería un desarrollo positivo para el sector ya que la informalidad trae muchos otros desafíos.
Esperamos que el documental pueda inspirar a los funcionarios públicos y a los urbanistas a responder a las propuestas de las trabajadoras y a continuar escuchando lo que tienen que decir.